Solo sé que no sé nada

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También conocido como «solo sé que nada sé» y «entre más sé, menos sé», este dicho milenario es uno de los más famosos del mundo, y forma parte de nuestra cultura e historia universal. Los hilos de acontecimientos detrás del nacimiento de la frase datan de varios siglos antes de Cristo, y son fieles representantes de la barbarie, injusticia, e ignorancia humana de ese entonces.

Significado

La frase representa la perspectiva de Sócrates, el gran filósofo griego, de que es necesario admitir la ignorancia. Sabernos desconocedores es el primer paso para conocer, pues primero hemos de tener la mente abierta hacia la sabiduría. Afirmar que ya conocemos un tema solo puede llevarnos a limitar el conocimiento que podemos adquirir del mismo, ya que inhibe la curiosidad propia por buscar aumentar el saber, así como la iniciativa de los otros por enseñarnos.

De hecho, se ha llegado a la conclusión de que somos sabios al afirmar el desconocimiento: siempre habrá mucho más por conocer, y no hay verdad absoluta en lo conocido. Es imposible saberlo todo, por lo que estaremos en lo correcto al aceptar nuestra ignorancia con humildad. Solo a raíz de esto llegaremos a más aprendizaje.

Uso en la actualidad

La frase es comentada y estudiada formalmente a nivel de educación secundaria y terciaria. Sin embargo, su fama la ha hecho ser parte de la vida cotidiana en sociedades de todos los contextos, ocasionando que se haga común su parafraseo y malinterpretaciones.

«Solo sé que no sé nada» en ocasiones se emplea errónea y tajantemente en su forma literal, con el fin de expresar el desconocimiento total sobre algo, y muchas veces inferir que tampoco se desea aprender. Este uso es desaconsejado, pues la frase mas bien ha de estar empapada de un entusiasmo por entender lo desconocido. El sentido radica en que aunque sepamos mucho o poco, somos humildes, realistas, y sabios al admitir que aún queda mucho más por conocer.

Historia de la frase

Hace miles de años, solo unos siglos antes de Cristo, Querefonte era un ciudadano ateniense con carácter y energía que se movía con gran facilidad y astucia dentro de los círculos (tanto sociales como intelectuales) de su época. De aspecto pálido y delgado y con fama de impetuoso, emprendió un viaje a Delfos que quedaría para la posteridad.

Querefonte llegó al óraculo de Delfos para tener una consulta con la sacerdotisa. Este lugar era consagrado al dios Apolo y actualmente es considerado como uno de los principales oráculos de la Antigua Grecia. Los griegos acudían al templo en busca de respuestas de alguna de las sacerdotisas, pues era un medio a través del cual se comunicaban con sus dioses.

También llamadas pitonisas, estas mujeres eran consideradas intérpretes de las divinidades, y a través del oráculo daban respuestas a las preguntas de ricos y pobres por igual. Sus palabras eran cosideradas verdades innegables y respetadas, y así funcionó en la antigua Grecia por más de mil años. Actualmente, puede decirse que eran un medio de adivinación.

La interpretación de la pitonisa

La historia empieza a desarrollarse cuando en la consulta con la sacerdotisa, Querefonte decide preguntarle si había alguien más sabio que Sócrates, quien también era su gran amigo, y la pitonisa le contestó que no había nadie más sabio. Sócrates se muestra genuinamente sorprendido al enterarse de la noticia, y con su curiosidad y sabiduría, sale a las calles de la ciudad a verificar lo profesado.

El método socrático

También conocido como debate socrático o diálogo socrático, fue la fórmula que utilizó Sócrates para contrastar el mensaje de los dioses con la realidad. Habló con distintos profesionistas establecidos de la ciudad, haciendo uso de la forma de dialogar que lo caracterizaba y que tanto admiraban sus discípulos. Aún en la actualidad es muy valioso conocer este método, que con su reconocida eficiencia sigue siendo muy empleado para la argumentación y los debates.

Se sabe que Sócrates realizaba preguntas abiertas (con el obejtivo de que no pudieran ser respondidas con un simple «sí» o «no»). Sus interrogantes eran claras y directas, y estaban específicamente adaptadas para su interlocutor. Esto dependía la edad, el sexo, la profesión, las características o los conocimientos que tuviera el mismo. Lo más importante es hacer pensar a la persona, ayudándola a darse cuenta del conocimiento latente que no sabía que tenía. Algunas de las interrogantes pueden ser:

  • Preguntas de aclaración: ¿Qué quieres decir con eso? ¿Podrías explicármelo de otra forma? ¿Cómo se relaciona esto con lo que has dicho anteriormente? ¿Podrías poner un ejemplo?
  • Preguntas de razonamiento: ¿Cómo sabes esa información? ¿Por qué ocurre esto? ¿Podrías enseñarme? ¿Por qué crees que esto es verdad?
  • Preguntas sobre el origen de las ideas: ¿La idea es tuya, o la has oído en otro sitio? ¿De dónde viene esa idea? ¿Siempre has pensado igual? ¿Crees que tu opinión está influenciada por algo o por alguien?

Conclusiones de Sócrates

Sócrates habló con políticos, poetas, y artesanos. Observó que los políticos clamaban que sabían mucho, pero no eran capaces de responder a sus preguntas. Al dirigirse hacia los artesanos, estos tenían conocimiento técnico, pero ignoraban muchas cosas más.

Igualmente, platicando con los poetas, hizo preguntas como: ¿De dónde viene esta palabra? ¿Puedes definirla? ¿Qué te hace sentir? ¿Qué sensaciones quieres provocar con ella? ¿Podrías decirme conceptos contrarios o parecidos? Sócrates notó que a pesar de considerarse especialistas de las palabras, los escritores eran capaces de evocar sentimientos con estas, pero no sabían lo que significaban.

Todos se trataban de expertos que creían saber, pero realmente no sabían. De esto se trata la ignorancia socrática: de no saber que no sabes algo. Así es como Sócrates pudo ser el hombre más sabio de toda Grecia, solo sabiendo que no sabía nada a diferencia de todos los demás, quienes desconocían que no sabían.

La ira del pueblo

Por supuesto, este método es mucho más efectivo cuando todas las partes mantienen la mente abierta hacia adquirir nuevo conocimiento, lo cual no fue el caso en ese entonces. Con el método socrático, Sócrates fue ganando enemigos por toda Grecia al verse superados por la retórica, la inteligencia, y la ironía del filósofo. Su sabiduría causó enfado, temor, y envidia entre ciudadanos de todas las clases.

Debido a todo lo que estaba ocurriendo, en el año 399 antes de Cristo Sócrates fue acusado de corromper la moral de la juventud con sus ideas, así como de no creer en los dioses. El filósofo negaba esto, ya que muchas veces se declaró como profundamente religioso, aunque tenía subjetivismos al respecto que no eran aceptados en la época.

El juicio final

Sócrates tiene un largo diálogo con los ateniences para determinar su culpabilidad o inocencia. Empieza diciendo: «¡Ciudadanos atenienses! Ignoro qué impresión habrán despertado en vosotros las palabras de mis acusadores». Sin embargo, lo dice precisamente porque, aunque no lo sabía todo, sí conocía de forma aproximada el contexto de sus detractores.

En muchas ocasiones Sócrates se expresó de forma irónica o burlesca durante el juicio, como cuando pidió jocosamente que lo podrían condenar «invitándole a comer en los banquetes comunales», en alusión a que estos eran deplorables. Sus repetidas burlas enfadaron al jurado, quienes lo condenaron a muerte gracias a los votos de una escasa mayoría.

Los amigos de Sócrates propusieron pagar una fianza, e incluso planearon su huida de la prisión, pero él prefirió acatar la ley y murió por ello, siendo admirado por la calma con la que se tomó todo. Pasó sus últimos días con amigos y seguidores, culminando su larga vida a los setenta y un años de edad al beber veneno de cicuta.

La Apología de Sócrates

Este libro se considera como la obra más famosa de Platón, y por si no lo sabías, Platón fue uno de los discípulos más leales de Sócrates. En este, Platón narra su versión de todo lo sucedido en el juicio de su maestro, incluyendo el diálogo que Sócrates pronunció como defensa ante los tribunales atenienses. No hay evidencia de que Sócrates haya publicado ningún escrito de su autoría, por lo que los detalles que conocemos de él los sabemos a través de las vivencias escritas por sus seguidores.

Debido a esto, la paradoja «solo sé que no sé nada» es fruto del parafraseo de lo dicho por Sócrates según su discípulo Platón. Es decir, el dicho es nacido del texto escrito en el libro de Platón, aunque engloba de forma muy acertada parte esencial de la filosofía de su maestro.

¿Quién fue Sócrates?

Sócrates fue uno de los filósofos griegos más grandes de toda la historia. Nacido 470 años antes de Cristo, fue condenado a morir por el pueblo al que tanto le había dado. Para esto, debió ingerir el jugo venenoso de una planta de cicuta. De forma legal y pública, y estando en su vejez, el jurado ateniense le impuso este castigo por tener y profesar ideas distintas en la antigua Grecia del año 399 antes de Cristo.

Sócrates fue educado en literatura, música, y gimnasia, y más tarde se familiarizó con la dialéctica, la retórica, la física y la moral. Se casó con una dama de familia noble, y aunque obedecía las leyes de Atenas, prefería no inmiscuirse en la política. Consideraba que servía mejor a su país dedicándose a la filosofía.

En muchas ocasiones se burlaron de su aspecto físico, con su baja estatura, vientre prominente, ojos saltones, y nariz muy respingona. Era muy humilde, patriota, y sin fines de lucro. No cobraba por impartir sus conocimientos, y hablaba con cualquier ateniense en cualquier lugar. Llevaba siempre la misma capa, y era tremendamente austero en cuanto a comida y bebida. Admirado y odiado por muchos, este personaje particular marcó un antes y un después para la filosofía.

Redactora de culturary Daniela Márquez

Autora: Daniela Márquez

Licenciada en Letras y en Educación mención Idiomas Modernos, con años de experiencia en la industria del entretenimiento como Traductora Literaria y Escritora de Sinopsis. Más sobre Daniela.

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